Estoy sentado en una mesa de un bar. Al fondo, en una mesa amplia, así tengo espacio para poner mi portátil, mis papeles, boli i café... Estoy en un rincón, delante de la entrada pero nadie me va si no es que se fija mucho en el interior del bar. Es un sitio perfecto para estar en soledad, ver la gente entrar y salir sin que nadie repare en mi presencia. Hace un ambiente agradable, me ayuda a pensar, escribir, estar relajado... no me apetece estar en la terraza, con más gente. Hace mucho calor fuera...
Recibo un e-mail... Me informan que mi trabajo ha sido aceptado y que ya está en manos de los revisores...
La sensación de alegría es insuperable! Me llena por dentro una gran sensación de alivio y bienestar. Estos días, desde que llegué y presenté mi trabajo, vivía con el temor a que este largo camino recorrido lleno de sacrificios fuera en vano. Vivía con el temor a ser rechazado... Pero estoy muy alegre y satisfecho de lo conseguido... Pero... pero ahora vuelvo a tener temor. Siento nerviosismo porque aún tengo dudas de que mi trabajo merezca ser aprobado con buena nota. Supongo que este temor es el que me hace sentir vivo de nuevo.
Se me termina el café y tengo poca batería en el portátil. Debo centrarme en los informes que debo realizar para terminar definitivamente el trabajo...
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