lunes, octubre 15, 2007

tiempo de lucha

Cada jornada es diferente. O aparecen obstáculos imprevistos o el camino es llano y placentero. Pero para progresar hay que seguir, poco a poco, paso a paso; sin permitirse más distracciones que las ya marcadas de por sí. Si se observa progreso, uno gana fuerzas para seguir adelante con su cometido.

El tiempo cambiante, sus inclemencias que vienen y van pueden jugar malas pasadas; es uno de esos obstáculos imprevistos. El tiempo cambiante hace que uno muestre signos de flaqueza.
He pasado por unas jornadas duras hace unos días. Jornadas en las que el cuerpo se resiente del frío y tiende a acomodarse a pedir el confortable calor de un buen abrigo. Y entonces se debilita. No trabaja por sí solo y se hace flojo. He pasado por unas jornadas en que el cuerpo me pedía ese acomodo. Sólo cuándo toca descansar después de una larga jornada, le doy ese acomodo. Mientras el tiempo no sea extremo, el cuerpo deberá ejercitarse, deberá luchar para mantenerse alerta y activo. Así, reduzco la flaqueza a un sólo día. ¡No más!

Si quiero acabar este viaje, no puedo permitirme más distracciones de las que ya tengo marcadas. No puedo permitirme caer en horas de flaqueza y enfermedad. Debo tener la fuerza mental suficiente para no rendirme, no pensar en el aburrimiento, no dejarme llevar por ese sentimiento monótono de la rutina, ni ese bienestar del acomodo. He pasado por unas jornadas en que quería descansar; se me estaba haciendo bastante duro seguir adelante y necesitaba reposo. El tiempo cambiante es bastante traicionero.
La voluntad de seguir adelante me dio fuerzas para superar esas duras jornadas de viaje. El trabajo continuo del cuerpo, no permitir que se acomode en el reposo. Mantener un ejercicio más activo o más pasivo ayuda a tener un buen estado de forma y un buen estado mental. Un buen estado que se requiere para ir a más en el viaje que me tiene ocupado.

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